miércoles, 20 de mayo de 2009

¨Acá...acá soy el profesor, allá no soy nada¨

Esa fue la frase que un colega de trabajo me dijo para referirse al hecho de que acá, en Brasil, él puede trabajar como ¨profesor de español¨ mientras que en Argentina, no podría ejercer ninguna profesión en la que se pueda auto-rotular ¨profesor¨ por falta de títulos en su pasado. Lo que me hizo sonreír es esa idea que todavía se tiene sobre el prestigio de ser profesor. Profesor, maestro, ¨teacher¨ como me dicen los nenes. Y lo que me hizo dejar de sonreir fue que ese mismo día, leí una nota sobre la educación pública brasilera, que sí, está inclusive en peor estado que la Argentina. Pensaba en la ironía de la realidad: la palabra profesor nos llena de orgullo, pero al mismo tiempo, la realidad nos patea día a día con atropellos de todo tipo. Un sistema educativo que se viene abajo como la estructura edilicia de las escuela; falta de contención de los alumnos por lo que nos tornamos maestros, papás, psicólogos, médicos y todas las profesiones que tengan que ver con relaciones humanas; indignación ante las frases ¨tienen tres meses de vacaciones¨, ¨si no hacen nada...ganan bien¨, ¨ni trabajan todas las horas con las materias especiales que los chicos tienen¨ e infinitas frases similares.

Yo sigo teniendo orgullo de ser maestra primaria y de todas las personas que con o sin título, intentan enseñar conceptos tan difusos en este mundo posmoderno como ¨solidaridad¨, ¨tolerancia¨, ¨compañerismo¨.

Y que a través de pequeños o grandes actos, tratamos de crear un espacio mejor de convivencia.

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